El
limbo de Egipto
Por
Johanny Rodríguez
Cuando Hagar habla de los logros de la
primavera árabe en Egipto, su voz flanquéese. El regreso de los militares al
poder le ha quitado el único halo de esperanza que guardaba desde las
revoluciones de 2011, en las que junto a su pueblo reclamaba la caída del viejo
régimen para abrir una puerta hacia la democracia. Hoy, esa entrada está en el
limbo. La nación de los antiguos faraones es una tierra dividida.
“Al Sisi no está siguiendo las pautas de
una democracia. Él es un dictador”, dice Hagar El Sayed, al referirse al
presidente actual de Egipto. Ella es una ciudadana egipcia, residente en El
Cairo, fiel opositora del gobierno de Abdel Fatah Al Sisi, próximo a cumplir el
primer año al mando del país árabe.
Al Sisi es un militar egipcio, graduado de la Academia Militar de
Egipto en 1977. Antes de ser presidente, desempeñó cargos como agregado de
defensa en Arabia Saudí y jefe de Inteligencia Militar durante el gobierno de
Hosni Mubarak. Además, fue Ministro de Defensa del expresidente Mohamed Morsi,
hoy condenado a pena de muerte por la ley de su país.
La historia política de Al Sisi se ubica
desde su participación en el golpe de Estado de julio de 2013 contra Mohamed Morsi,
quien había sido elegido un año antes presidente, en unos comicios que la
opinión pública declaró “democráticos”, debido a que Egipto llevaba 30 años
gobernada por el militar Hosni Mubarak.
Según Mohamed El Gammal, cónsul de Egipto
en Colombia, la decisión del Ejército de alzarse contra el gobierno de Morsi
obedecía a dos factores fundamentales: uno, el rechazo del presidente y su
organización, La Hermandad Musulmana, ante la propuesta de cambiar la forma
en la que estaban gobernando a Egipto; y dos, la salida de cerca de 40 millones
de personas a las calles a protestar. “El Ejército fue obligado a meterse (…) Morsi
quería cambiar la identidad cultural de Egipto”, dice.
Mohamed Morsi era el presidente del
Egipto islámico. Su aberración religiosa alcanzaba los límites de la política.
Para Rafat Ghotme, analista del Centro Colombiano
de Estudios Árabes, la realidad que se contaba en Egipto sobre Los Hermanos
Musulmanes y el gobierno de Morsi fue distorsionada por el poder militar. “Al
Sisi utilizó la propaganda de demonización de la Hermandad”, explica,
refiriéndose a una estrategia del militar para derrocar a Morsi.
Así pues, a partir de la dimisión del
líder de la Hermandad Musulmana, las riendas de Egipto han estado al mando del
Ejército, a la cabeza de uno de sus mayores representantes, Abdel Fatah Al
Sisi, quien fue elegido presidente el 8 de junio de 2014.
Desierto
desconcierto
Tras la caída de Mubarak en el 2011,
Egipto no sobrevive a la inestabilidad social, política y económica, derivada
del aumento del desempleo, la inflación, los niveles de corrupción y problemas
relacionados con el abuso de poder y los derechos humanos. Esta es una
situación que se juega la vida entre las esperanzas de los ciudadanos y las
decisiones políticas de sus gobernantes.
Según datos del Banco Mundial, la tasa de desempleo en Egipto ha
aumentado un 4,4% desde el año 2010, pasando de 9% a 13,4% en el último año.
Además, expone una disminución del Producto Interno Bruto (PIB) del 3% hasta el
año 2013. Un estado que pone en alerta a Al Sisi y que lo ha llevado a realizar
giras por países de Europa, buscando cooperación económica para los actuales
tiempos de crisis del país árabe.
Para Rafat Ghotme, el escenario de Egipto
responde a un “pésimo capitalismo”, pues según dice, en este país se han hecho
durante años reformas neoliberales que han concentrado la riqueza en las élites
más cercanas al Gobierno. Un fenómeno al que Ghotme llamó “corrupción”, y que
considera uno de los causales de la primavera árabe en dicha nación.
Sin embargo, el sector económico no es el
único afectado. Los problemas sociales y políticos también continúan.
Según el último informe 2014/2015 de Amnistía
Internacional, luego de
la caída de Morsi, Egipto ha presentado un deterioro en tema de derechos
humanos. “El gobierno restringió severamente la libertad de expresión, asociación y
reunión. Miles de personas fueron detenidas durante la represión general de la
disidencia, y algunas sufrieron desaparición forzada.”, informa.
Por su parte, Hagar El Sayed manifiesta
que “Al Sisi y el Ejército han matado a muchas personas, porque sencillamente
no piensan igual que ellos”
Además, al tema se le suma el
encarcelamiento de miembros de la Hermandad Musulmana, organización que ha sido
declarada “terrorista” por la justicia egipcia, por actos de violencia como el atentado contra una comisaría de policía en la ciudad de Mansura, que dejó 14
muertos y 100 heridos.
Para este caso, Mohamed El Gammal explica
que “la ley se aplica a los Hermanos Musulmanes como si fueran otro grupo o
partido político que está jugando fuera del marco jurídico de Egipto”,
manifestando que la justicia ha tratado el asunto de acuerdo a lo dictaminado
por la legislación egipcia. Un argumento que Rafat Ghotme refuta.
Por ahora, el debate está abierto,
propenso a dos respuestas, la de los seguidores de Morsi y los de Al Sisi, los
protagonistas del actual ajedrez político de Egipto.
Democracia
de Al Sisi: ¿luz o sombra?
Al Sisi estaba sentado en un oasis del
Palacio Presidencial de Egipto, cuando Casimiro García de El Mundo de España le preguntó sobre la evolución de la democracia
en su país.
–Egipto está más cerca ahora de la democracia, porque
existe una voluntad política para respetar la voluntad de la gente– respondió.
Así como lo expuso Al
Sisi en su entrevista, Mohamed El Gammal, considera que las cosas en la
nación árabe, en materia de democracia, van por buen camino. “Él intenta
siempre llegar a un acuerdo nacional con los partidos frente a los temas
políticos”, dice. Además, agrega que la mayoría
de los egipcios apoyan al presidente, porque les está devolviendo el
clima de seguridad que en tiempos de Morsi no tenían, y que él argumenta había
antes del 2011.
En una
de sus últimas columnas del diario El
País de España, José Ignacio Torreblanca dice que Sisi es un dictador,
argumentando, a modo de sátira, que un militar que da un golpe de Estado, y que
es elegido presidente con un 93.3% de los votos y una abstención del 56%, es
llamativo hable de la democracia en Medio Oriente, como lo hizo alguna vez
cuando estuvo en la U.S. Army War College de Pensilvania, Estados Unidos.
Este retorno de un militar al mando del
poder ejecutivo ha convertido la primavera árabe de Egipto en centro de
críticas.
“El actual presidente es parte del viejo
régimen porque es de la milicia y tiene la misma política que Mubarak”,
manifiesta Hagar El Sayed, explicando que esta es una de la razones por las que
la primavera árabe en Egipto es un fracaso. “Mubarak y Al Sisi son como dos
lados de la misma moneda”, asegura.
Rafat Ghotme dice que la democracia en
Egipto no ha llegado a feliz término porque los militares no quieren dejar el
poder que tienen en dicho país árabe, argumentando esto como el motivo por el
que a Mohamed Morsi “no se le dio el tiempo suficiente para gobernar”.
Así, la democracia en Egipto hoy se
fracciona. Esta, es una tierra perfecta que se pierde en el discurso político
de islámicos y militares, un paraíso extraviado de la mente de los egipcios.
El país de los antiguos faraones vive en
un limbo político. Hagar espera que la luz llegue a Egipto en un destello que
prolongue el deseo de todos sus ciudadanos. Ella es musulmana y su ilusión es
un gobierno para todos, lejos de las convicciones de Morsi o Al Sisi, los
mismos gobernantes que han flanqueado su voz.