lunes, 28 de marzo de 2016

La chiva de ‘Vicky’: periodismo ‘éticamente’ incorrecto


“¿Quieres culiarme? ¿cuánto mide tu verga?”, son algunas de las preguntas del exsenador Carlos Ferro al policía Anyelo Palacios en un vídeo que fue revelado esta semana por la emisora La FM en su portal web, y que ha circulado por las redes sociales, debido al escándalo de la denominada ‘Comunidad del anillo’, que se ha tomado las primeras páginas de la prensa colombiana.

Esta noticia, que tiene en vilo la imagen de la Policía Nacional por la presunta existencia de una red de prostitución masculina dentro de la institución, tuvo su detonante en una orden emitida por la Procuraduría en la que se abre una investigación contra el General Rodolfo Palomino. Sin embargo, las acusaciones por los supuestos favores sexuales que le pedían los altos mandos de la Policía y el Congreso a policías de menores rangos sólo fue la punta del iceberg de la polémica. Más allá del hecho noticioso, se abría un nuevo debate, uno que pondría en el blanco de las críticas a la famosa periodista Vicky Dávila.

“¿Cree usted que “la verdad” es ventilar la vida privada de una persona? ¿Dónde aprendió usted eso?”, le discute una maestra de periodismo en una carta que se viralizó en las redes, tras la publicación de Dávila del vídeo entre el exsenador Ferro, hoy viceministro del Interior, y el capitán Anyelo Palacios. La cinta, que revela información de la intimidad de los dos implicados, no solo desató la furia de la profesora sino que pone el dedo en la llaga en un tema que desde hace mucho tiempo es motivo de discusión: la ética periodística.

Para María Teresa Herrán y Javier Darío Restrepo, en su texto Ética para periodistas,la ética no pregunta cómo se conducen los hombres, ese juicio de valor se le deja a la moral. Lo suyo es establecer cómo tienen que conducirse”. Por esto, los autores argumentan que en el campo de las ciencias y de las que no lo son existen normas éticas que expresan cómo deben actuar las personas respecto a su profesión (sin olvidar que todas están sujetas a una moral común humana). Es decir, persiguiendo el concepto del deber ser. Y para el caso del periodismo, una de esas normas éticas es el respeto de la fama y de la intimidad ajena, que se consignan en los códigos 29 y 25 del Código deontológico del periodista.

Ante la norma, el caso de la periodista Vicky Dávila se convierte en un asunto que aboga por la libertad de expresión por encima del derecho a la intimidad, que en este caso le es vulnerado al viceministro Ferro y al capitán Palacios. Para eso, también vale recordar que la Convención Americana sobre Derechos Humanos en su artículo 13 dice que el derecho a la libertad de pensamiento y expresión debe estar sujeto a la responsabilidad ulterior del respeto a los derechos o a la reputación de los demás. Sin embargo, Dávila desconoce este contexto. Por lo tanto, lo que para ella sería su obra más aplaudida se convertiría en lo que hoy es una de la peores vergüenzas del periodismo colombiano.

“Cuando un periodista entra a examinar la vida personal de alguien que está en el sector público debe hacerlo si esto llega a servir al bien público”, expresa Javier Darío Restrepo en una entrevista con el diario El Tiempo. Este es un argumento que desde la óptica del caso de Vicky Dávila profundiza en la falencia de la periodista de mostrar un vídeo que no aporta nada a la sociedad, y que por ende no tiene una justificación ética, puesto que obedece a las exigencias publicitarias del rating, a las hipócritas demandas de la empresa periodística.

Ya decía María Teresa Herrán en su Ética para periodistas que “es imposible ser un periodista de altas calidades técnicas si al mismo tiempo no se tienen mejores calidades éticas”, postulado que se acerca a lo que Kapuscinski llamaba la buena persona y el buen periodista. Por eso, en una polémica en la que un periodista sobrepasa la línea fronteriza entre la libertad de expresión y el derecho a la intimidad es difícil entrar en la defensa del caso, puesto que se está poniendo en juego la ética periodística, un elemento indisoluble del verdadero profesional de las comunicaciones.

Y es que la periodista Vicky Dávila no solo violó la intimidad de Ferro y Palacios, sino que también abrió una herida en la vida de los familiares, amigos y seres cercanos de estos dos personajes. Una situación que en el escenario de la ética periodística es tan inaceptable como el hecho de que los medios que critican a Dávila por su inconveniente publicación sean los mismos que en sus artículos web del caso pongan en un subrayado “Ver vídeo” –reitero- acatando al morbo de las audiencias y al desconocimiento de los límites de la información.


Lo hacen medios tradicionales como RCN Televisión o los llamados alternativos como KienYKe. Lo cierto es que ante la situación del caso de la periodista Vicky Dávila, queda en evidencia el detrimento del periodismo colombiano que olvida que la dignidad humana está por encima de la chiva. Y aunque Vicky Dávila –irónicamente- ostente un premio CPB por su investigación denominada “La mala hora de los policías”, su nombre seguirá recordándonos que ella es una estrella. Sí, una estrella bien estrellada.

lunes, 25 de mayo de 2015

EL LIMBO DE EGIPTO


El limbo de Egipto 

Por Johanny Rodríguez

Cuando Hagar habla de los logros de la primavera árabe en Egipto, su voz flanquéese. El regreso de los militares al poder le ha quitado el único halo de esperanza que guardaba desde las revoluciones de 2011, en las que junto a su pueblo reclamaba la caída del viejo régimen para abrir una puerta hacia la democracia. Hoy, esa entrada está en el limbo. La nación de los antiguos faraones es una tierra dividida.

“Al Sisi no está siguiendo las pautas de una democracia. Él es un dictador”, dice Hagar El Sayed, al referirse al presidente actual de Egipto. Ella es una ciudadana egipcia, residente en El Cairo, fiel opositora del gobierno de Abdel Fatah Al Sisi, próximo a cumplir el primer año al mando del país árabe.

Al Sisi es un militar egipcio, graduado de la Academia Militar de Egipto en 1977. Antes de ser presidente, desempeñó cargos como agregado de defensa en Arabia Saudí y jefe de Inteligencia Militar durante el gobierno de Hosni Mubarak. Además, fue Ministro de Defensa del expresidente Mohamed Morsi, hoy condenado a pena de muerte por la ley de su país.

La historia política de Al Sisi se ubica desde su participación en el golpe de Estado de julio de 2013 contra Mohamed Morsi, quien había sido elegido un año antes presidente, en unos comicios que la opinión pública declaró “democráticos”, debido a que Egipto llevaba 30 años gobernada por el militar Hosni Mubarak.

Según Mohamed El Gammal, cónsul de Egipto en Colombia, la decisión del Ejército de alzarse contra el gobierno de Morsi obedecía a dos factores fundamentales: uno, el rechazo del presidente y su organización, La Hermandad Musulmana, ante la propuesta de cambiar la forma en la que estaban gobernando a Egipto; y dos, la salida de cerca de 40 millones de personas a las calles a protestar. “El Ejército fue obligado a meterse (…) Morsi quería cambiar la identidad cultural de Egipto”, dice.

Mohamed Morsi era el presidente del Egipto islámico. Su aberración religiosa alcanzaba los límites de la política.

Para Rafat Ghotme, analista del Centro Colombiano de Estudios Árabes, la realidad que se contaba en Egipto sobre Los Hermanos Musulmanes y el gobierno de Morsi fue distorsionada por el poder militar. “Al Sisi utilizó la propaganda de demonización de la Hermandad”, explica, refiriéndose a una estrategia del militar para derrocar a Morsi.

Así pues, a partir de la dimisión del líder de la Hermandad Musulmana, las riendas de Egipto han estado al mando del Ejército, a la cabeza de uno de sus mayores representantes, Abdel Fatah Al Sisi, quien fue elegido presidente el 8 de junio de 2014. 

Desierto desconcierto

Tras la caída de Mubarak en el 2011, Egipto no sobrevive a la inestabilidad social, política y económica, derivada del aumento del desempleo, la inflación, los niveles de corrupción y problemas relacionados con el abuso de poder y los derechos humanos. Esta es una situación que se juega la vida entre las esperanzas de los ciudadanos y las decisiones políticas de sus gobernantes.

Según datos del Banco Mundial, la tasa de desempleo en Egipto ha aumentado un 4,4% desde el año 2010, pasando de 9% a 13,4% en el último año. Además, expone una disminución del Producto Interno Bruto (PIB) del 3% hasta el año 2013. Un estado que pone en alerta a Al Sisi y que lo ha llevado a realizar giras por países de Europa, buscando cooperación económica para los actuales tiempos de crisis del país árabe.

Para Rafat Ghotme, el escenario de Egipto responde a un “pésimo capitalismo”, pues según dice, en este país se han hecho durante años reformas neoliberales que han concentrado la riqueza en las élites más cercanas al Gobierno. Un fenómeno al que Ghotme llamó “corrupción”, y que considera uno de los causales de la primavera árabe en dicha nación.

Sin embargo, el sector económico no es el único afectado. Los problemas sociales y políticos también continúan.

Según el último informe 2014/2015 de Amnistía Internacional, luego de la caída de Morsi, Egipto ha presentado un deterioro en tema de derechos humanos. “El gobierno restringió severamente la libertad de expresión, asociación y reunión. Miles de personas fueron detenidas durante la represión general de la disidencia, y algunas sufrieron desaparición forzada.”, informa.

Por su parte, Hagar El Sayed manifiesta que “Al Sisi y el Ejército han matado a muchas personas, porque sencillamente no piensan igual que ellos”

Además, al tema se le suma el encarcelamiento de miembros de la Hermandad Musulmana, organización que ha sido declarada “terrorista” por la justicia egipcia, por actos de violencia como el atentado contra una comisaría de policía en la ciudad de Mansura, que dejó 14 muertos y 100 heridos.

Para este caso, Mohamed El Gammal explica que “la ley se aplica a los Hermanos Musulmanes como si fueran otro grupo o partido político que está jugando fuera del marco jurídico de Egipto”, manifestando que la justicia ha tratado el asunto de acuerdo a lo dictaminado por la legislación egipcia. Un argumento que Rafat Ghotme refuta.

Por ahora, el debate está abierto, propenso a dos respuestas, la de los seguidores de Morsi y los de Al Sisi, los protagonistas del actual ajedrez político de Egipto.

Democracia de Al Sisi: ¿luz o sombra?

Al Sisi estaba sentado en un oasis del Palacio Presidencial de Egipto, cuando Casimiro García de El Mundo de España le preguntó sobre la evolución de la democracia en su país.

­–Egipto está  más cerca ahora de la democracia, porque existe una voluntad política para respetar la voluntad de la gente– respondió.

Así como lo expuso Al Sisi en su entrevista, Mohamed El Gammal, considera que las cosas en la nación árabe, en materia de democracia, van por buen camino. “Él intenta siempre llegar a un acuerdo nacional con los partidos frente a los temas políticos”, dice. Además, agrega que la mayoría  de los egipcios apoyan al presidente, porque les está devolviendo el clima de seguridad que en tiempos de Morsi no tenían, y que él argumenta había antes del 2011.

En una de sus últimas columnas del diario El País de España, José Ignacio Torreblanca dice que Sisi es un dictador, argumentando, a modo de sátira, que un militar que da un golpe de Estado, y que es elegido presidente con un 93.3% de los votos y una abstención del 56%, es llamativo hable de la democracia en Medio Oriente, como lo hizo alguna vez cuando estuvo en la U.S. Army War College de Pensilvania, Estados Unidos.

Este retorno de un militar al mando del poder ejecutivo ha convertido la primavera árabe de Egipto en centro de críticas.

“El actual presidente es parte del viejo régimen porque es de la milicia y tiene la misma política que Mubarak”, manifiesta Hagar El Sayed, explicando que esta es una de la razones por las que la primavera árabe en Egipto es un fracaso. “Mubarak y Al Sisi son como dos lados de la misma moneda”, asegura.

Rafat Ghotme dice que la democracia en Egipto no ha llegado a feliz término porque los militares no quieren dejar el poder que tienen en dicho país árabe, argumentando esto como el motivo por el que a Mohamed Morsi “no se le dio el tiempo suficiente para gobernar”.

Así, la democracia en Egipto hoy se fracciona. Esta, es una tierra perfecta que se pierde en el discurso político de islámicos y militares, un paraíso extraviado de la mente de los egipcios.

El país de los antiguos faraones vive en un limbo político. Hagar espera que la luz llegue a Egipto en un destello que prolongue el deseo de todos sus ciudadanos. Ella es musulmana y su ilusión es un gobierno para todos, lejos de las convicciones de Morsi o Al Sisi, los mismos gobernantes que han flanqueado su voz.




lunes, 24 de noviembre de 2014

Un virus como el narcotráfico

Como si se tratase de una guerra mundial, la lucha de los gobiernos de América Latina contra el narcotráfico es un hecho que ha marcado una huella imborrable en la historia de los países durante los dos últimos siglos, y que ha traído en su tránsito un caudal de sangre que podría sobrepasar el plano demográfico de Estados Unidos.

El mercado de drogas, por su condición de prohibida, es una enfermedad silenciosa que ha alcanzado límites mayores a los del ébola y cercanos a los de guerras como las de Vietnam y el Golfo Pérsico. Asimismo, en los últimos diez años su actividad ha logrado concentrarse en 22 países del mundo, de los cuales el 75 por ciento son del continente americano, según el último Informe Anual Antidrogas del gobierno de Estados Unidos.

El efecto dominó en cifras de violencia e inseguridad que ha producido este negocio son irritantes y desbordantes, alcanzando puntos álgidos en naciones como Colombia y México, y consigo trayendo cambios para la agenda pública de varios mandatarios. En el caso del país azteca, a partir del 2006 con mayor presencia de la Fuerza Pública, luego de la celeridad que promulgó el gobierno de Felipe Calderón para contraatacar a los principales carteles que circulaban –circulan- por el territorio.

Como Colombia en los años 80 y 90, México desde la fecha ha presenciado el horror de grupos como el Cartel de Sinaloa, el Cartel del Golfo, el Cartel de Juárez, Los Zetas y la Familia Michoacana, hoy disuelta y convertida en varias comunidades de autodefensas como es el caso de Los Caballeros Templarios y Los Guerreros Unidos, que ejercen presión sobre la población civil a través de actividades delincuenciales. Entre estas el homicidio, el secuestro y la extorsión.

Según un informe del canal Russia Today (RT por su sigla), cerca de 85 mil son las víctimas que ha dejado este enfrentamiento bélico desde la entrada de la programática “Estrategia Nacional de Seguridad” de Calderón. Sin embargo, la problemática del narcotráfico se propagó a las oficinas de las ramas del poder público, pues el bolsillo de políticos y jueces empezó a tambalear ante la insistencia de los carteles de la droga en su ambición por expandir sus redes de influencia.

Así pues, el narcotráfico está definido en inseguridad, violencia y corrupción, conceptos no lejanos a la también ajetreada realidad colombiana, que en sus años gloriosos de la lucha contra los carteles de Medellín, Cali, La Costa y el Norte del Valle  alcanzó el panorama oscuro que hoy día se toma las calles de México, en lugares como Michoacán o Iguala.

Las de Colombia y México son dos historias de país similares, unidas por un asesino en común. Lo que en uno corresponde a Pablo Escobar, Gonzalo Rodríguez Gacha y los Rodríguez Orejuela, en otro se traduce a Joaquín “El Chapo” Guzmán, Heriberto Lazcano y los Beltrán  Leyva. Son el uno para el otro, puro amor eterno.

Aunque Colombia, desde Turbay Ayala hasta la fecha, ha emprendido una lucha constante contra el mercado de drogas, el problema aún no termina. Los carteles se desintegraron, pero aún sobreviven restos de esta plaga, muchas con el status de banda criminal. Sin embargo, su acción delincuencial no sobrepasa la situación de seguridad pública que vive hoy, en contraste, México.

En la actualidad, el país azteca intensifica sus ataques al narcotráfico y a los principales carteles que incentivan este negocio. No obstante, esta lucha le ha jugado doble al país, pues aunque las Fuerzas Armadas han logrado darle de baja a varias cabezas de las organizaciones criminales, el nacimiento de nuevos movimientos y líderes delincuenciales no se hace esperar. La violencia sigue siendo rentable.


El virus del narcotráfico se propaga y el pueblo víctima se resiste a aceptarlo. En Colombia o en México hay muerte, hay balas, hay crimen. Las heridas están abiertas y aunque hayan pasado los años la sangre no para de derramarse.

jueves, 6 de noviembre de 2014

Lógica de la vida moderna


JOHANNY RODRÍGUEZ

Odio la ignorancia. Es tan atrevida que creo Descartes no se equivocó en decir que el verbo pensar es el punto de nuestra existencia. Todo este rollo me envuelve en un estado anímico que me sumerge en la paranoia, y es que incluso a veces es un momento tan intenso que no sé cómo juzgar al azar por haberme traído a la Tierra, justo a un país llamado Colombia y a una carrera como Comunicación Social y Periodismo.

Esto no es una apología a la crítica exhaustiva de Fernando Vallejo o cualquier odioso que vive ofuscado por la realidad que le toca. Al contrario, el buen periodismo –en cierta parte- a saciado mi sed de ignorancia, pero es que cómo no ser pesimista cuando a diario sobrevives en una patria chica donde la rumba, la televisión y la Iglesia “subsana” todo intento de pensamiento crítico.  Sumado a un entorno corto abrumado de muñecas de porcelana que no les entra ni un grano de maíz a su cerebro.

El conocimiento es una ambición arrebatada por el tiempo. De Sócrates y su mayéutica no queda el recuerdo, sino el polvo gris de una hoja en blanco que alguna vez fue papiro. A nadie le importa errar y corregir. Eso se quedó en antaño. La modernidad catalizó toda conspiración por el saber. Atrás quedaron los libros, atrás quedó en el olvido.

La vida se convirtió en un momento de ocio eterno que complace a la humanidad. Una situación que se traduce a una acción servil al sistema y a un desuso de las armas de resistencia, tal como la dialéctica y la retórica. Aunque se tengan las mejores herramientas de defensa, la población prefiere continuar en su statu quo. Una idea que se vende como pan caliente en pleno "esplendor" del siglo XXI, en ese momento justo cuando la tecnología se apodera de nuestras mentes.

Los jóvenes son la primera especie con un hambre de conocimiento extinta, pues han aprendido a saciarse con una felicidad sustentada en el materialismo. Los celulares son su gema y todo aquel que obstaculice ese placer es su enemigo. Ese sesgo ha llevado a que en escenarios como en la academia, el aprendizaje funcione como un segundo plano, siendo inexistente ante el afán de un cartón.

Así, la sociedad moderna se gesta como una comunidad atada a su zona de confort, y por consiguiente sus comportamientos siguen la onda de lo que el mundo ve y escucha. Por tanto, su felicidad y placer se adscribe a copiar unos modelos y formas de vida que lo conviertan en un ser aceptable y aceptado. Aquí el que piensa pierde, como dice el viejo refrán.

Con las nuevas generaciones, la vida se plastificó. La escuela es una burbuja con fines de esparcimiento y la educación es una bolsa que atrapa un mundo, carcomido por la pereza y la ignorancia. Es decir, el sentido de la naturaleza del hombre permanece en la quietud de su presencia y su integración con el conocimiento se queda en el limbo de una evolución interrumpida.



jueves, 30 de octubre de 2014

Tema libre


COLUMNA LIBRE
SEGURIDAD PÚBLICA EN MÉXICO

Guerra contra el narcotráfico

El gobierno de Peña Nieto en materia de seguridad

Los zetas y la guerra interna contra el Cartel de Jalisco

La legalización de las autodefensas de Michoacán

Los estudiantes desaparecidos en Iguala, Guerrero

Mortalidad de periodistas

Semejanza con la situación de Colombia en los 80 y 90




jueves, 23 de octubre de 2014

Televisión para no pensar

Se llegaron los 60 años de la televisión colombiana y por si fuera poco su recuerdo me persigue. En mi imaginario aún siguen rodando imágenes como la de Margarita Rosa de Francisco cantando en una gallera o a Betty la fea conversando con su club de oficina mientras en el fondo hay una voz que canta “Se dice de mí…”. Y es que definitivamente, el poder de la televisión es tan fuerte e intenso, que a veces yo quisiera recordar el teorema de Pitágoras como si se tratase de cualquier telenovela.

Por estos días, revisando el primming (lo más visto, lo más leído…) me encuentro con que los dos primeros puestos se lo llevan una noticia sobre La Voz Kids y otra correspondiente a las 10000 becas otorgadas por el Gobierno Nacional. Justo ahí mi mente empieza a escudriñar ideas, hasta llegar a la conclusión que la educación y la televisión son cabeza y cuerpo de un país que aún no está pensado para pensar.

Según la última Encuesta de Consumo Cultural, realizada por el DANE en colaboración con el ministerio de Cultura en el año 2013, cada colombiano lee al año 1,9 libros. Es decir, cerca del 12% de lo que lee un español o del 0,89 % de un finlandés. Una cifra que nos deja mal parados ante el mundo y que responde a nuestros pésimos resultados en pruebas internacionales como la PISA, donde en el último año ocupamos el último lugar de 65 países participantes. Vergüenzas que en últimas termina “curando” RCN o Caracol.

A Colombia le cuesta pensar y por eso su mejor salida es el entretenimiento. Hoy el país encabeza junto a México, Brasil y Estados Unidos el ranking de los mayores productores de novelas de la industria de la televisión mundial, y no precisamente por novelas de escritura como Cien años de soledad o El amor en los tiempos del cólera, sino por material carnívoro que alimente el morbo de los telespectadores.

La cultura del ‘farandulismo’  nos vendió la televisión como un espacio ideal.  Acá los héroes visten de silicona, bótox y pestañina, y por si fuera poco, nunca van a una escuela, porque su fortuna la hereda de un papá antes desconocido o de una artimaña con visos de corrupción y sicariato. Esas son nuestras historias de vida, razón tienen muchas estudiantes de Comunicación Social y Periodismo en dejar sus estudios a cambio de un reinado de belleza, al fin y al cabo esto las podría llevar más fácil a un set y les economizaría noches de estudio en compañía de Kapuscinski o Capote.

El gobierno acaba de anunciar la entrega de 10000 becas a los estudiantes con los mejores resultados en las pruebas ICFES, quizás menos cupos que los que ofrece la inscripción a un reality show. Sin embargo, es una estrategia de educación que sigue siendo pensada por la cantidad y no la calidad. Es la continuidad de un modelo que hasta la fecha no le apuesta a ciudadanos críticos, sino a estudiantes de paso: hijos de la televisión que no quieren pensar.

Y es que la educación colombiana es tan amiga de la televisión que incluso el excandidato presidencial Enrique Peñalosa, en su mandato como Alcalde Mayor de Bogotá, la utilizó para visibilizar el papel del maestro dentro de la academia. Una táctica que dio como resultado una serie llamada Francisco, el matemático, que para su época fue famosa.


Por ahora, el debate continuará abierto. Tal vez Gustavo Bolívar y Rodrigo Triana seguirán haciendo ‘narconovelas’, o los aspirantes a la Nacional arrepintiéndose por no ver a la Torre Eiffel más allá de su debut en Ratatouille o Medianoche en París, pero insisto, la educación colombiana necesita evolucionar. Para ello, los invito a apagar la ‘tele’ y a comer más libro, pues ni Mandela ni Malala necesitaron la televisión para entender que la educación es el arma más práctica para atacar la sombra de la ignorancia y la cultura en movimiento que la apoya.

La doble moral de Uribe


Las dictaduras en su paso por la historia de la humanidad le han vendido a las naciones un sentido de la política bajo el concepto del poder coercitivo. No obstante, durante su cauce han existido situaciones que quedan como registro de desarrollo, dejando de lado el discurso prominente del despotismo que persigue a la palabra “dictadura”. Casos como el de Carlomagno y su Imperio Carolingio, Trujillo en República Dominicana, Pinochet en Chile o Rojas Pinilla en Colombia dan prueba de ello.

Sin lugar a dudas, fueron épocas de florecimiento que pudieron evidenciarse en un mayor cubrimiento a problemáticas como infraestructura o vivienda. Sin embargo, son resultados que apedrearon todo ejercicio de liberación y de derechos humanos, trayendo como consecuencia innumerables cifras de crímenes cometidos y delitos referentes al abuso del poder.

Y aunque la Revolución Francesa en 1789  fue un detonante para la nueva visión que luego se vendría a gestar en los países de América, el siglo XX en este continente tuvo unas inflexiones políticas, reflejadas en los nacientes derechos del hombre, la mujer y  los pueblos indígenas, que fueron determinantes para la construcción de algunas de las actuales constituciones, entre esas la de Colombia del 91.

Con la actual Carta Magna se abrió paso al concepto de democracia, razón por la cual hoy se habla de Estado de bienestar, igualdad de derechos, construcción de paz, rendición de cuentas, control político, entre un sinnúmero de palabras que se pierden en el imaginario de una nación perfecta. Términos que hoy son víctimas de la ‘ética’ discursiva, profanada por la esfera más alta de nuestra política nacional.

Uribe es parte del círculo. Hace unos días, el periodista Daniel Coronell dio a conocer a través de su columna dominical de la Revista Semana, una prueba del sentido de hipocresía que tiene el expresidente, hoy senador, con la nación. Años atrás, cuando las puertas de la Casa de Nariño estaban a su servicio, el señor Álvaro Uribe Vélez estaba ad portas de una negociación con las Farc desde la figura de ‘Pablo Catatumbo’, miembro del Secretariado del grupo guerrillero.

Sin embargo, se trataba de un asunto político que se encontraba en condición de secreto bajo la protección de personajes como Luis Carlos Restrepo, Alto Comisionado para la Paz de Uribe y hoy prófugo de la justicia colombiana, y Henry Acosta Patiño, intermediario de las Farc y el Gobierno en ese entonces.

La polémica se desató luego de las diversas publicaciones de Coronell. Lo que dio como resultado una serie de discusiones políticas que hoy revolotean por las conciencias de la opinión pública. Por un lado, están quienes en su condición servil al uribismo acusan al periodista de hablar con la mentira, mientras que en el otro bando se alude a la libre expresión y su marco legal, junto con el derecho al control político, obsequiado por el referente de democracia del siglo XXI.

Lo cierto es que el escándalo puso en la palestra pública la doble moral de Uribe Vélez, pues su crítica al Gobierno actual reincide en el tema de la paz negociada, cuestión que por pruebas de Coronell quedó demostrado no era de su total desatención en sus años como presidente ¡Qué cínico! No le bastó con hablar de seguridad, justicia e impunidad para olvidar que sus mayores servidores, llámese Arias, Hurtado o Restrepo, se le burlaron al sistema judicial colombiano, o que por la ‘yidispolítica’ pudo reformar un artículo de la constitución, o aún más, que su Ley de Justicia y Paz fue un fracaso.

Y aunque las cifras de crecimiento económico lo ubiquen en una situación favorable, luego de su venta de Colombia al extranjero, lo de Uribe fue un modelo de país trasversal a un gobierno de conveniencia, con visos de dictadura después de su segundo mandato. Por tanto señor expresidente, deje la bronca con Coronell, yo entiendo que él ha sido su piedra en el zapato, pero es que estamos en pleno siglo XXI ¡Bienvenido a la era de la democracia! La misma en la que los periodistas pueden hacer control político.

Señor Uribe, insisto. Pase la página. Aunque el concepto de democracia es idealista, su construcción dentro de la nación es necesaria. Déjenos soñar. No sea fantoche.