“¿Quieres culiarme? ¿cuánto mide tu verga?”,
son algunas de las preguntas del exsenador Carlos Ferro al policía Anyelo
Palacios en un vídeo que fue revelado esta semana por la emisora La FM en su portal web, y que ha
circulado por las redes sociales, debido al escándalo de la denominada
‘Comunidad del anillo’, que se ha tomado las primeras páginas de la prensa
colombiana.
Esta noticia, que tiene en vilo la imagen de la
Policía Nacional por la presunta existencia de una red de prostitución
masculina dentro de la institución, tuvo su detonante en una orden emitida por
la Procuraduría en la que se abre una investigación contra el General Rodolfo
Palomino. Sin embargo, las acusaciones por los supuestos favores sexuales que
le pedían los altos mandos de la Policía y el Congreso a policías de menores
rangos sólo fue la punta del iceberg de la polémica. Más allá del hecho noticioso,
se abría un nuevo debate, uno que pondría en el blanco de las críticas a la
famosa periodista Vicky Dávila.
“¿Cree usted que “la verdad” es ventilar la vida privada
de una persona? ¿Dónde aprendió usted eso?”, le discute una maestra de
periodismo en una carta que se viralizó en las redes, tras la publicación de
Dávila del vídeo entre el exsenador Ferro, hoy viceministro del Interior, y el
capitán Anyelo Palacios. La cinta, que revela información de la intimidad de
los dos implicados, no solo desató la furia de la profesora sino que pone el
dedo en la llaga en un tema que desde hace mucho tiempo es motivo de discusión:
la ética periodística.
Para María Teresa Herrán y Javier Darío Restrepo, en su
texto Ética para periodistas, “la ética no pregunta cómo se conducen los hombres, ese
juicio de valor se le deja a la moral. Lo suyo es establecer cómo tienen que
conducirse”. Por esto, los autores
argumentan que en el campo de las ciencias y de las que no lo son existen
normas éticas que expresan cómo deben actuar las personas respecto a su
profesión (sin olvidar que todas están sujetas a una moral común humana). Es
decir, persiguiendo el concepto del deber
ser. Y para el caso del periodismo, una de esas normas éticas es el respeto
de la fama y de la intimidad ajena, que se consignan en los códigos 29 y 25 del
Código deontológico del periodista.
Ante la norma, el caso de la periodista Vicky
Dávila se convierte en un asunto que aboga por la libertad de expresión por
encima del derecho a la intimidad, que en este caso le es vulnerado al
viceministro Ferro y al capitán Palacios. Para eso, también vale recordar que la
Convención Americana sobre Derechos Humanos en su artículo 13 dice que el
derecho a la libertad de pensamiento y expresión debe estar sujeto a la
responsabilidad ulterior del respeto a los derechos o a la reputación de los
demás. Sin embargo, Dávila desconoce este contexto. Por lo tanto, lo que para
ella sería su obra más aplaudida se convertiría en lo que hoy es una de la
peores vergüenzas del periodismo colombiano.
“Cuando un periodista entra a examinar la vida personal
de alguien que está en el sector público debe hacerlo si esto llega a servir al
bien público”, expresa Javier Darío Restrepo en una entrevista con el diario El Tiempo. Este es un argumento que
desde la óptica del caso de Vicky Dávila profundiza en la falencia de la
periodista de mostrar un vídeo que no aporta nada a la sociedad, y que por ende
no tiene una justificación ética, puesto que obedece a las exigencias
publicitarias del rating, a las
hipócritas demandas de la empresa periodística.
Ya decía María Teresa Herrán en su Ética para periodistas que “es imposible ser un periodista de altas calidades técnicas si al
mismo tiempo no se tienen mejores calidades éticas”, postulado que se acerca a
lo que Kapuscinski llamaba la buena persona y el buen periodista. Por eso, en
una polémica en la que un periodista sobrepasa la línea fronteriza entre la
libertad de expresión y el derecho a la intimidad es difícil entrar en la
defensa del caso, puesto que se está poniendo en juego la ética periodística,
un elemento indisoluble del verdadero profesional de las comunicaciones.
Y es que la periodista Vicky Dávila no solo
violó la intimidad de Ferro y Palacios, sino que también abrió una herida en la
vida de los familiares, amigos y seres cercanos de estos dos personajes. Una
situación que en el escenario de la ética periodística es tan inaceptable como
el hecho de que los medios que critican a Dávila por su inconveniente
publicación sean los mismos que en sus artículos web del caso pongan en un
subrayado “Ver vídeo” –reitero- acatando al morbo de las audiencias y al
desconocimiento de los límites de la información.
Lo hacen medios tradicionales
como RCN Televisión o los llamados alternativos como KienYKe. Lo cierto es que
ante la situación del caso de la periodista Vicky Dávila, queda en evidencia el
detrimento del periodismo colombiano que olvida que la dignidad humana está por
encima de la chiva. Y aunque Vicky Dávila –irónicamente- ostente un premio CPB
por su investigación denominada “La mala hora de los policías”, su nombre
seguirá recordándonos que ella es una estrella. Sí, una estrella bien estrellada.