jueves, 23 de octubre de 2014

La doble moral de Uribe


Las dictaduras en su paso por la historia de la humanidad le han vendido a las naciones un sentido de la política bajo el concepto del poder coercitivo. No obstante, durante su cauce han existido situaciones que quedan como registro de desarrollo, dejando de lado el discurso prominente del despotismo que persigue a la palabra “dictadura”. Casos como el de Carlomagno y su Imperio Carolingio, Trujillo en República Dominicana, Pinochet en Chile o Rojas Pinilla en Colombia dan prueba de ello.

Sin lugar a dudas, fueron épocas de florecimiento que pudieron evidenciarse en un mayor cubrimiento a problemáticas como infraestructura o vivienda. Sin embargo, son resultados que apedrearon todo ejercicio de liberación y de derechos humanos, trayendo como consecuencia innumerables cifras de crímenes cometidos y delitos referentes al abuso del poder.

Y aunque la Revolución Francesa en 1789  fue un detonante para la nueva visión que luego se vendría a gestar en los países de América, el siglo XX en este continente tuvo unas inflexiones políticas, reflejadas en los nacientes derechos del hombre, la mujer y  los pueblos indígenas, que fueron determinantes para la construcción de algunas de las actuales constituciones, entre esas la de Colombia del 91.

Con la actual Carta Magna se abrió paso al concepto de democracia, razón por la cual hoy se habla de Estado de bienestar, igualdad de derechos, construcción de paz, rendición de cuentas, control político, entre un sinnúmero de palabras que se pierden en el imaginario de una nación perfecta. Términos que hoy son víctimas de la ‘ética’ discursiva, profanada por la esfera más alta de nuestra política nacional.

Uribe es parte del círculo. Hace unos días, el periodista Daniel Coronell dio a conocer a través de su columna dominical de la Revista Semana, una prueba del sentido de hipocresía que tiene el expresidente, hoy senador, con la nación. Años atrás, cuando las puertas de la Casa de Nariño estaban a su servicio, el señor Álvaro Uribe Vélez estaba ad portas de una negociación con las Farc desde la figura de ‘Pablo Catatumbo’, miembro del Secretariado del grupo guerrillero.

Sin embargo, se trataba de un asunto político que se encontraba en condición de secreto bajo la protección de personajes como Luis Carlos Restrepo, Alto Comisionado para la Paz de Uribe y hoy prófugo de la justicia colombiana, y Henry Acosta Patiño, intermediario de las Farc y el Gobierno en ese entonces.

La polémica se desató luego de las diversas publicaciones de Coronell. Lo que dio como resultado una serie de discusiones políticas que hoy revolotean por las conciencias de la opinión pública. Por un lado, están quienes en su condición servil al uribismo acusan al periodista de hablar con la mentira, mientras que en el otro bando se alude a la libre expresión y su marco legal, junto con el derecho al control político, obsequiado por el referente de democracia del siglo XXI.

Lo cierto es que el escándalo puso en la palestra pública la doble moral de Uribe Vélez, pues su crítica al Gobierno actual reincide en el tema de la paz negociada, cuestión que por pruebas de Coronell quedó demostrado no era de su total desatención en sus años como presidente ¡Qué cínico! No le bastó con hablar de seguridad, justicia e impunidad para olvidar que sus mayores servidores, llámese Arias, Hurtado o Restrepo, se le burlaron al sistema judicial colombiano, o que por la ‘yidispolítica’ pudo reformar un artículo de la constitución, o aún más, que su Ley de Justicia y Paz fue un fracaso.

Y aunque las cifras de crecimiento económico lo ubiquen en una situación favorable, luego de su venta de Colombia al extranjero, lo de Uribe fue un modelo de país trasversal a un gobierno de conveniencia, con visos de dictadura después de su segundo mandato. Por tanto señor expresidente, deje la bronca con Coronell, yo entiendo que él ha sido su piedra en el zapato, pero es que estamos en pleno siglo XXI ¡Bienvenido a la era de la democracia! La misma en la que los periodistas pueden hacer control político.

Señor Uribe, insisto. Pase la página. Aunque el concepto de democracia es idealista, su construcción dentro de la nación es necesaria. Déjenos soñar. No sea fantoche. 

2 comentarios:

  1. Es muy bueno el contexto con el que inicia la columna de opinión, sin embargo, más de tres párrafos de ese mismo contexto cansa al lector. Entiendo el punto al que se quiere llegar, pero es muy denso el comienzo. Está clara la opinión crítica de la columna, y se tienen bastantes argumentos para llegar al final a una conclusión.

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  2. Es una columna con bastantes contrastes y con un contexto significativo para el desarrollo y la conclusión del texto. Me encanta como entre laza las ideas y puede tener un punto de partida, me gusta la profundidad del tema y la claridad con la que escribe.

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