Las
dictaduras en su paso por la historia de la humanidad le han vendido a las
naciones un sentido de la política bajo el concepto del poder coercitivo. No
obstante, durante su cauce han existido situaciones que quedan como registro de
desarrollo, dejando de lado el discurso prominente del despotismo que persigue
a la palabra “dictadura”. Casos como el de Carlomagno y su Imperio Carolingio, Trujillo
en República Dominicana, Pinochet en Chile o Rojas Pinilla en Colombia dan
prueba de ello.
Sin
lugar a dudas, fueron épocas de florecimiento que pudieron evidenciarse en un
mayor cubrimiento a problemáticas como infraestructura o vivienda. Sin embargo,
son resultados que apedrearon todo ejercicio de liberación y de derechos
humanos, trayendo como consecuencia innumerables cifras de crímenes cometidos y
delitos referentes al abuso del poder.
Y aunque
la Revolución Francesa en 1789 fue un
detonante para la nueva visión que luego se vendría a gestar en los países de
América, el siglo XX en este continente tuvo unas inflexiones políticas,
reflejadas en los nacientes derechos del hombre, la mujer y los pueblos indígenas, que fueron
determinantes para la construcción de algunas de las actuales constituciones,
entre esas la de Colombia del 91.
Con
la actual Carta Magna se abrió paso al concepto de democracia, razón por la
cual hoy se habla de Estado de bienestar, igualdad de derechos, construcción de
paz, rendición de cuentas, control político, entre un sinnúmero de palabras que
se pierden en el imaginario de una nación perfecta. Términos que hoy son
víctimas de la ‘ética’ discursiva, profanada por la esfera más alta de nuestra
política nacional.
Uribe
es parte del círculo. Hace unos días, el periodista Daniel Coronell dio a
conocer a través de su columna dominical de la Revista Semana, una prueba del
sentido de hipocresía que tiene el expresidente, hoy senador, con la nación.
Años atrás, cuando las puertas de la Casa de Nariño estaban a su servicio, el
señor Álvaro Uribe Vélez estaba ad portas
de una negociación con las Farc desde la figura de ‘Pablo Catatumbo’,
miembro del Secretariado del grupo guerrillero.
Sin
embargo, se trataba de un asunto político que se encontraba en condición de
secreto bajo la protección de personajes como Luis Carlos Restrepo, Alto
Comisionado para la Paz de Uribe y hoy prófugo de la justicia colombiana, y Henry
Acosta Patiño, intermediario de las Farc y el Gobierno en ese entonces.
La
polémica se desató luego de las diversas publicaciones de Coronell. Lo que dio
como resultado una serie de discusiones políticas que hoy revolotean por las
conciencias de la opinión pública. Por un lado, están quienes en su condición
servil al uribismo acusan al periodista de hablar con la mentira, mientras que
en el otro bando se alude a la libre expresión y su marco legal, junto con el
derecho al control político, obsequiado por el referente de democracia del
siglo XXI.
Lo
cierto es que el escándalo puso en la palestra pública la doble moral de Uribe
Vélez, pues su crítica al Gobierno actual reincide en el tema de la paz
negociada, cuestión que por pruebas de Coronell quedó demostrado no era de su
total desatención en sus años como presidente ¡Qué cínico! No le bastó con
hablar de seguridad, justicia e impunidad para olvidar que sus mayores
servidores, llámese Arias, Hurtado o Restrepo, se le burlaron al sistema judicial
colombiano, o que por la ‘yidispolítica’ pudo reformar un artículo de la
constitución, o aún más, que su Ley de Justicia y Paz fue un fracaso.
Y
aunque las cifras de crecimiento económico lo ubiquen en una situación
favorable, luego de su venta de Colombia al extranjero, lo de Uribe fue un
modelo de país trasversal a un gobierno de conveniencia, con visos de dictadura
después de su segundo mandato. Por tanto señor expresidente, deje la bronca con
Coronell, yo entiendo que él ha sido su piedra en el zapato, pero es que
estamos en pleno siglo XXI ¡Bienvenido a la era de la democracia! La misma en
la que los periodistas pueden hacer control político.
Es muy bueno el contexto con el que inicia la columna de opinión, sin embargo, más de tres párrafos de ese mismo contexto cansa al lector. Entiendo el punto al que se quiere llegar, pero es muy denso el comienzo. Está clara la opinión crítica de la columna, y se tienen bastantes argumentos para llegar al final a una conclusión.
ResponderEliminarEs una columna con bastantes contrastes y con un contexto significativo para el desarrollo y la conclusión del texto. Me encanta como entre laza las ideas y puede tener un punto de partida, me gusta la profundidad del tema y la claridad con la que escribe.
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