lunes, 25 de mayo de 2015

EL LIMBO DE EGIPTO


El limbo de Egipto 

Por Johanny Rodríguez

Cuando Hagar habla de los logros de la primavera árabe en Egipto, su voz flanquéese. El regreso de los militares al poder le ha quitado el único halo de esperanza que guardaba desde las revoluciones de 2011, en las que junto a su pueblo reclamaba la caída del viejo régimen para abrir una puerta hacia la democracia. Hoy, esa entrada está en el limbo. La nación de los antiguos faraones es una tierra dividida.

“Al Sisi no está siguiendo las pautas de una democracia. Él es un dictador”, dice Hagar El Sayed, al referirse al presidente actual de Egipto. Ella es una ciudadana egipcia, residente en El Cairo, fiel opositora del gobierno de Abdel Fatah Al Sisi, próximo a cumplir el primer año al mando del país árabe.

Al Sisi es un militar egipcio, graduado de la Academia Militar de Egipto en 1977. Antes de ser presidente, desempeñó cargos como agregado de defensa en Arabia Saudí y jefe de Inteligencia Militar durante el gobierno de Hosni Mubarak. Además, fue Ministro de Defensa del expresidente Mohamed Morsi, hoy condenado a pena de muerte por la ley de su país.

La historia política de Al Sisi se ubica desde su participación en el golpe de Estado de julio de 2013 contra Mohamed Morsi, quien había sido elegido un año antes presidente, en unos comicios que la opinión pública declaró “democráticos”, debido a que Egipto llevaba 30 años gobernada por el militar Hosni Mubarak.

Según Mohamed El Gammal, cónsul de Egipto en Colombia, la decisión del Ejército de alzarse contra el gobierno de Morsi obedecía a dos factores fundamentales: uno, el rechazo del presidente y su organización, La Hermandad Musulmana, ante la propuesta de cambiar la forma en la que estaban gobernando a Egipto; y dos, la salida de cerca de 40 millones de personas a las calles a protestar. “El Ejército fue obligado a meterse (…) Morsi quería cambiar la identidad cultural de Egipto”, dice.

Mohamed Morsi era el presidente del Egipto islámico. Su aberración religiosa alcanzaba los límites de la política.

Para Rafat Ghotme, analista del Centro Colombiano de Estudios Árabes, la realidad que se contaba en Egipto sobre Los Hermanos Musulmanes y el gobierno de Morsi fue distorsionada por el poder militar. “Al Sisi utilizó la propaganda de demonización de la Hermandad”, explica, refiriéndose a una estrategia del militar para derrocar a Morsi.

Así pues, a partir de la dimisión del líder de la Hermandad Musulmana, las riendas de Egipto han estado al mando del Ejército, a la cabeza de uno de sus mayores representantes, Abdel Fatah Al Sisi, quien fue elegido presidente el 8 de junio de 2014. 

Desierto desconcierto

Tras la caída de Mubarak en el 2011, Egipto no sobrevive a la inestabilidad social, política y económica, derivada del aumento del desempleo, la inflación, los niveles de corrupción y problemas relacionados con el abuso de poder y los derechos humanos. Esta es una situación que se juega la vida entre las esperanzas de los ciudadanos y las decisiones políticas de sus gobernantes.

Según datos del Banco Mundial, la tasa de desempleo en Egipto ha aumentado un 4,4% desde el año 2010, pasando de 9% a 13,4% en el último año. Además, expone una disminución del Producto Interno Bruto (PIB) del 3% hasta el año 2013. Un estado que pone en alerta a Al Sisi y que lo ha llevado a realizar giras por países de Europa, buscando cooperación económica para los actuales tiempos de crisis del país árabe.

Para Rafat Ghotme, el escenario de Egipto responde a un “pésimo capitalismo”, pues según dice, en este país se han hecho durante años reformas neoliberales que han concentrado la riqueza en las élites más cercanas al Gobierno. Un fenómeno al que Ghotme llamó “corrupción”, y que considera uno de los causales de la primavera árabe en dicha nación.

Sin embargo, el sector económico no es el único afectado. Los problemas sociales y políticos también continúan.

Según el último informe 2014/2015 de Amnistía Internacional, luego de la caída de Morsi, Egipto ha presentado un deterioro en tema de derechos humanos. “El gobierno restringió severamente la libertad de expresión, asociación y reunión. Miles de personas fueron detenidas durante la represión general de la disidencia, y algunas sufrieron desaparición forzada.”, informa.

Por su parte, Hagar El Sayed manifiesta que “Al Sisi y el Ejército han matado a muchas personas, porque sencillamente no piensan igual que ellos”

Además, al tema se le suma el encarcelamiento de miembros de la Hermandad Musulmana, organización que ha sido declarada “terrorista” por la justicia egipcia, por actos de violencia como el atentado contra una comisaría de policía en la ciudad de Mansura, que dejó 14 muertos y 100 heridos.

Para este caso, Mohamed El Gammal explica que “la ley se aplica a los Hermanos Musulmanes como si fueran otro grupo o partido político que está jugando fuera del marco jurídico de Egipto”, manifestando que la justicia ha tratado el asunto de acuerdo a lo dictaminado por la legislación egipcia. Un argumento que Rafat Ghotme refuta.

Por ahora, el debate está abierto, propenso a dos respuestas, la de los seguidores de Morsi y los de Al Sisi, los protagonistas del actual ajedrez político de Egipto.

Democracia de Al Sisi: ¿luz o sombra?

Al Sisi estaba sentado en un oasis del Palacio Presidencial de Egipto, cuando Casimiro García de El Mundo de España le preguntó sobre la evolución de la democracia en su país.

­–Egipto está  más cerca ahora de la democracia, porque existe una voluntad política para respetar la voluntad de la gente– respondió.

Así como lo expuso Al Sisi en su entrevista, Mohamed El Gammal, considera que las cosas en la nación árabe, en materia de democracia, van por buen camino. “Él intenta siempre llegar a un acuerdo nacional con los partidos frente a los temas políticos”, dice. Además, agrega que la mayoría  de los egipcios apoyan al presidente, porque les está devolviendo el clima de seguridad que en tiempos de Morsi no tenían, y que él argumenta había antes del 2011.

En una de sus últimas columnas del diario El País de España, José Ignacio Torreblanca dice que Sisi es un dictador, argumentando, a modo de sátira, que un militar que da un golpe de Estado, y que es elegido presidente con un 93.3% de los votos y una abstención del 56%, es llamativo hable de la democracia en Medio Oriente, como lo hizo alguna vez cuando estuvo en la U.S. Army War College de Pensilvania, Estados Unidos.

Este retorno de un militar al mando del poder ejecutivo ha convertido la primavera árabe de Egipto en centro de críticas.

“El actual presidente es parte del viejo régimen porque es de la milicia y tiene la misma política que Mubarak”, manifiesta Hagar El Sayed, explicando que esta es una de la razones por las que la primavera árabe en Egipto es un fracaso. “Mubarak y Al Sisi son como dos lados de la misma moneda”, asegura.

Rafat Ghotme dice que la democracia en Egipto no ha llegado a feliz término porque los militares no quieren dejar el poder que tienen en dicho país árabe, argumentando esto como el motivo por el que a Mohamed Morsi “no se le dio el tiempo suficiente para gobernar”.

Así, la democracia en Egipto hoy se fracciona. Esta, es una tierra perfecta que se pierde en el discurso político de islámicos y militares, un paraíso extraviado de la mente de los egipcios.

El país de los antiguos faraones vive en un limbo político. Hagar espera que la luz llegue a Egipto en un destello que prolongue el deseo de todos sus ciudadanos. Ella es musulmana y su ilusión es un gobierno para todos, lejos de las convicciones de Morsi o Al Sisi, los mismos gobernantes que han flanqueado su voz.






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